A fines del siglo XIX, un mundo cada vez más tecnologizado pero vacío de sentido hizo florecer las sectas espirituales en Estados Unidos. Una de ellas prometía la sanación sin medicinas, solo con la oración y la mentalización del paciente. La "Primera Iglesia de Cristo, Científico" fue fundada por Mary Baker Eddy a través de la publicación de un libro, su Biblia fundamental, y en poco más de veinte años ya estaba en más de un continente y la cantidad de miembros ascendía a cientos de miles. Su confianza absoluta en el Espíritu y el desdén por la materia, los convirtió en uno de los primeros grupos en rechazar las vacunas o en hacer presión política para legalizar las excepciones por motivos religiosos. El escritor más ácido e irónico de la época no sólo se fijó en los métodos fantásticos de este credo, sino también en el explosivo enriquecimiento de su fundadora. Comenzó a escudriñar la llamada Ciencia Cristiana, leyendo sus documentos y entrevistando adherentes, para desmenuzar sus ritos y estatutos. Este libro es una selección de las columnas que Mark Twain publicó en contra de Mary Baker Eddy, desarticu