Minimosca es un laberinto con forma de novela, un agujero de gusano en la historia, un portal hacia dimensiones paralelas enloquecidas, donde se confunden la realidad y la memoria, la ficción y la metaficción, la imaginación y el tiempo. En sus páginas conviven la comedia del espanto, el drama romántico de la locura, la tragedia de la historia universal y las venganzas del mito clásico, como unas Mil y una noches contadas por infinitas Sherezades.
Los innumerables relatos que componen Minimosca cubren más de un siglo de la historia de Europa y las Américas: las guerras mundiales, el Holocausto, los Balcanes, el arte de vanguardia en Francia y los Estados Unidos, las dictaduras de América Latina, el Perú de Sendero Luminoso, la confusión contemporánea ante el horror de la verdad y la seducción de la mentira. Sus personajes –mujeres sobrevivientes, boxeadores desquiciados, padres devoradores, psicópatas desdoblados, exiliados, migrantes clandestinos, y avatares tragicómicos de Stephen King, Marcel Duchamp, Allen Ginsberg, Georgette Phillipart o César Vallejo– están marcados por la insania, el absurdo y el pánico de perderlo todo, pero también, por la esperanza, el amor y la amistad hasta las últimas consecuencias. Más que una novela o muchas novelas entretejidas, Minimosca es una experiencia de vida que lectoras y lectores recordarán para siempre.
Gustavo Faverón Patriau se alimenta de la necesidad de contar historias, de la filosofía de la derrota, de la sonrisa oscura del realismo, del cuento de horror, del delirio de lo fantástico y del humor de lo maravilloso para buscar la unidad, aunque turbia y tambaleante, en los escombros del mundo de hoy. Escrita después de la monumental Vivir abajo, y desde el influjo de Borges, Burton y Cervantes, Minimosca cruza el umbral de la novela total y la antinovela hacia una nueva forma de ficción y metaficción que puede marcar las décadas futuras.