En este relato, construido desde un largo y atractivo monólogo, monólogo no exento de poesía, humor y cierto dolor, asistimos a las vicisitudes de un personaje prendido en una existencia de ilusiones desvanecidas y permanentes dudas. ¿Qué es el desencanto? ¿Cómo la persona, tras diversas etapas, llega a un punto de desencanto frente a la realidad? ¿Por qué se produce el desencanto? ¿Es inevitable que este acontezca ante el trabajo o la relación de pareja, frente al quehacer cotidiano, o lo ocultamos alrededor de la existencia y nos engañamos a nosotros mismos con evasivas y justificaciones? Miguel Herráez, fiel a un estilo que lo acredita como una de las voces más singulares de la actual narrativa española, con Posfacio ha armado una hermosa y, al mismo tiempo, triste novela con estos interrogantes de trasfondo. Podría ser una novela de la desilusión, del desaliento. De cómo un día nos percatamos de lo fácil que es perder el equilibrio frente al mundo, tal como le ocurre al protagonista, profesor que ya no cree en el ejercicio de la docencia y escritor en constante pugna con la escritura, quien debe afro