"Río de Janeiro se abre con brazos tiernos y femeninos, acoge, atrae a sí, se entrega a la mirada con cierta sensualidad. Todo es aquí armoní, la ciudad del mar, lo verde y las montañas; todo ello en cierto modo, confluye resonando; así, las casas altas, los barcos, los anuncios lumonosos no estorban; y esa armonía se repite en acordes siempre diversos: esta ciudad es distinta vista desde las colinas y desde el mar, pero en todas partes de la ciudad se ha tornado, sobre todo, armonía, variedad resuelta en plena unidad siempre nueva; ni el ojo se cansa de ver, ni la mente se sacia de esa ciudad singular."