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16 OCT

«La clase de griego» de Han Kang

El libro ideal para pensar las relaciones familiares
«La clase de griego» de Han Kang

La clase de griego (2023, Random House) es el último libro traducido de la escritora surcoreana Han Kang. La novela narra la voluntad de una madre –que ha perdido la custodia de su hijo– de volver a recuperar el habla y, para hacerlo, decide apuntarse a clases de griego antiguo. A la vez, también hay un segundo protagonista, el profesor de griego, que en pocos años acabará completamente ciego. La premisa, a grandes rasgos, es esta. Dos personajes de los cuales no sabemos ni los nombres que intercalan experiencias capítulo tras capítulo. 

Dice Han Kang que, para ella, el amor más potente y fuerte que existe es el amor de una madre hacia su hijo. Un amor capaz de enfrentarlo todo, inabarcable, y que por este mismo motivo le parecía lógico que la protagonista hiciera todo este esfuerzo para recuperar su relación truncada. Aun así, creo que La clase de griego se puede leer, también, como un tipo de respuesta al trauma maternal.

Son diversos los párrafos que tengo subrayados en el libro, con mi bolígrafo preferido de color púrpura, que me hicieron pensar el siguiente: la novela admite leerse como un thriller psicológico? Tanto el ritmo pausado y tranquilo de la prosa poética, como el desarrollo lento de la trama, piden no solo la atención plena sino la interpretación de la lectora: Han Kang no ha escrito historias, ha intentado crear un lenguaje capaz de dar vida a recuerdos, recuerdos verosímiles, carnosos y vívidos. Podemos sentir las punzadas de dolor de los dos protagonistas, percibir los momentos clave de su vida que fueron el origen de un trauma, de un bloqueo o de una revelación que los acompaña hasta ahora, ya adultos (como, por ejemplo, saberse indigna de haber nacido; o saberse, también, culpable de haber rasgado el único amor de juventud). Como lectoras, decía, podemos llegar a conectar con todas estas experiencias.

Para mí, este libro es un libro lleno de dolor y sufrimiento que va más allá de buscar ningún tipo de redención. Sí, la premisa que nos venden es esta: «si la protagonista va a clases de griego y consigue volver a hablar, podrá recuperar su hijo». Pero es realmente esta, la clave? O es una mentira piadosa que se explica a sí misma? 
Una parte de mí está convencida que existe un tejido estropeado e infecto que es el responsable que la protagonista sea incapaz de reaccionar, que haya perdido la voz a causa del trauma emocional que le supuso perder el hijo y la madre al mismo tiempo. Pero, y si realmente ser madre es un poco... demasiado? ¿Se puede ser una buena madre cuando se ha sufrido negligencia emocional y afectiva por parte de los padres? ¿Se quiere, en todo caso? ¿O se convence una misma de querer serlo? Las relaciones maternofiliales que aparecen no son incondicionales. No son acogedoras. No son seguras. Las relaciones que aparecen están cargadas de miedos, de traumas, de inseguridades, de exigencias, de bloqueos. Los hijos perciben todo esto y crecen con el convencimiento que nada es suficiente; bastante seguro; bastante perfecto; bastante válido. Se dibuja, así un círculo infinito y perpetuo de insatisfacciones y carencias. Un círculo infinito de fantasmas, de personajes siniestros, de infelicidad. 

Que la protagonista pierda la voz tiene un sentido: no puede decir. No puede expresarse, no puede ser ni pedir ni hacer. Es la eliminación de un lenguaje doloroso. Una voz que ya perdió cuando era pequeña cuando se dio cuenta de la inutilidad del lenguaje, de la imposibilidad de hacer referencia al mundo real, de no poderlo decir o alcanzar. Este sufrimiento ya estaba en la protagonista cuando era joven, una insatisfacción no resuelta, latente. La pérdida de la voz es la retirada estratégica para dejar de formar parte de una realidad demasiado dolorosa. Si la voz se entiende como una extensión de nuestros deseos (entendiéndolo cómo el instrumento que utilizamos para pedir, expresarnos, hacer saber, ayudar...), ¿Es esta pérdida una eliminación total y absoluta de su existencia? Hay aquí una mujer que ya no puede hablar ni expresarse, que no es capaz de ocupar ningún espacio físico? Hay una mujer que, quizás, para sus adentros, ya no quiere formar parte de esta vida? No puede solucionar nada más. El mundo calla y ella también. El hombre, el otro protagonista, también tiene una relación complicada con sus padres. Una madre que decide no sonreír ni reír nunca más porque está harta que se le exija hacerlo. Una madre que vive con miedo de saberse extranjeros en un país abiertamente racista. Un hijo que sabe que inevitablemente heredará la enfermedad de su padre y acabará ciego. Un destino del cual no se puede huir. Los dos recorren fragmentos de su pasado, momentos que recuerdan con intensidad por algún motivo. Él escribe como si se estuviera despidiendo siempre de alguien, como quien escribe cartas que sabe que no llegará nunca a enviar. Ella escribe como quien relata escenas que han pasado. Sin involucrarse. Una existencia pasajera por su propia vida. Un trauma que acompaña. Un horror que es demasiado feroz para mirarlo en los ojos. 

¿Es realmente la maternidad aquello que sacará la protagonista de su silencio? O es, quizás, la causa? Hay aquí una herencia maternal dolorosa? Un ciclo sin fin que no se acaba y que se hereda a cada generación que pasa? Es ser madre, padre, hijo o hija, una carga? Una transmisión inconsciente de nuestras obsesiones y losas personales? Un destino inevitable: toda madre (o padre) transmitirá dolor a sus hijos. Hay ninguna manera de evitarlo? Escapar? Es, quizás, la protagonista de Han Kang también consciente de todo esto? Y nosotros, lo somos? pensamos, lo resolvemos?
 

Cristina.

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