La ceniza es el polvo de color gris que queda después de una combustión completa: sales alcalinas y térreas, sílice y óxidos metálicos. Y de ceniza también están hechos estos relatos, pues deviene en metáfora para contar el incendio, el derrumbe, la caída de las vigas que sostienen a los personajes.
Hay algunas historias de amor que agonizan, o tal vez siempre han estado muertas, como la de «Ada», sobre esa pareja joven en un cementerio de Roma. Otras historias nos hablan de la pérdida y del duelo necesario para sobreponerse al dolor de la muerte que todo lo arrasa, como las de «La bahía Roja» o «Carne». También hay desamparo, abandono, soledad. Sin embargo, los cuerpos se estremecen de deseo, sucumben a la atracción; sueñan, vibran y se retuercen y gimen porque están vivos. A pesar de que su futuro no sea otro que convertirse en polvo y ceniza.
Juana Cortés Amunarriz traza en estos relatos un camino tan serpenteante y tortuoso como vívido y, por qué no, esperanzador. Porque si bien la muerte es el final, hasta llegar a ella hay un sendero que recorrer, y ella sabe bien cómo mostrárnoslo, de forma directa pero también sentida. Inolvidable.