Nacido en 1900, Cugat consagró su vida a ser feliz y famoso, siempre con aquello que le apasionaba: las caricaturas, las orquestas, las películas, las mujeres bellas o los chihuahuas. A lo largo de un siglo turbulento, leemos las peripecias de ambos hombres en un juego de espejos en el que la imaginación convive con el deseo de ser inmortal, eterno.