Entre el último tercio del siglo XVII y los dos primeros del XX, centenares de viajeros foráneos visitaron España para dejar constancia de su experiencia, volcada en libros que tuvieron amplia difusión en el extranjero y, sólo mucho más tarde, dentro de nuestras fronteras, conformando un imaginario donde conviven los juicios ponderados y las impresiones tópicas o trasnochadas. Sobre los variados y contrapuestos testimonios de estos «curiosos impertinentes», Ignacio Romero de Solís ha compuesto un relato colectivo que recrea distintas épocas a partir de los paisajes y los caminos que recorrieron, los alojamientos donde se hospedaron, los medios de transporte de los que se sirvieron desde los diversos tipos de carruaje al ferrocarril o los vehículos de automoción y sobre todo la cocina, celebrada o abominada según los casos. Tanto la comida como la bebida, sin dejar de lado los hábitos en la mesa, la actividad agrícola o ganadera y la pintoresca red de tabernas, ventas y posadas, son objeto de una atención especial, pero el recuento también contiene hermosas o sombrías descripciones de parajes, pueblos y ciu