Los sentimientos morales resultan ser una energía esencial de las políticas contemporáneas: ellos nutren los discursos y legitiman las prácticas, especialmente cuando estas se dirigen a los desposeídos y a los dominados -que pertenecen a un mundo cercano (los pobres, los extranjeros enfermos, las personas sin vivienda) o lejano (las víctimas del hambre, de las epidemias, de las guerras). Por sentimientos morales entendemos las emociones que nos conducen sobre el malestar de los otros y nos hacer desear corregirlo. Ellos asocian afectos y valores -la sensibilidad y el altruismo-, algunos hacen derivar los segundos de los primeros, es decir la moral de los sentimientos: por lo tanto según esta tradición filosófica, la experiencia del sufrimiento precede al sentido del bien. La compasión cumple con la forma más acabada de esta combinación paradojal entre el corazón y la razón: es la simpatía que se siente frente al infortunio del prójimo la que produce la indignación moral susceptible de generar una acción que busque hacerlo cesar. De esa forma, frente al hombre dejado por muerto por los tunantes en el borde d