Londres, 1812. Oliver Bennet se siente atrapado. No solo por los interminables corsés, enaguas y faldas que se ve obligado a llevar a diario, sino también por las expectativas de la sociedad.
El mundo, y la inmensa mayoría de su familia y amigos, cree que Oliver es una chica llamada Elizabeth. Por tanto, se espera de él que aparezca en los bailes con un bonito vestido, que entretenga a los pretendientes independientemente de su interés por ellos y que, en última instancia, se convierta en la esposa de alguien.
Sin embargo, Oliver no soporta ni siquiera pensar en semejante destino. Encuentra consuelo en las pocas veces que puede escaparse de la casa de su familia y explorar la ciudad legítimamente vestido como un caballero.